miércoles, 18 de junio de 2008

Mis inicios en el INSS (I)

Cuando eres nueva en un puesto de trabajo hay un periodo de acomodación y asentamiento. Durante semanas la gente te mira sin parar hasta agotar la novedad, mientras tú vas tanteando para decidir cuáles podrán ser los compañeros en los que resguardarte y con los que departir sobre (y en contraposición con) otros compañeros, estableciendo así un equilibrio de fuerzas necesario. Incluso si eres un ser lo suficientemente inestable, como yo, habrá personas que unos días te caigan muy mal y que otros días te caigan muy bien, sintiéndote cíclicamente culpable cuando te caigan muy bien por cuando te cayeron muy mal, alcanzando de este modo una insatisfacción permanente además de lograr con ello un recurrente tema de conversación.
No tardé en descubrir que El Ciudadano formaba en su conjunto una masa esencialmente sensible que se precipitaba sobre mí, necesitada de ser atendida por alguien que, además de escucharle, solucionara sus problemas de la manera más oportuna utilizando los mecanismos ofrecidos por la Administración. Siempre me presentaba muy arreglada en mi puesto de trabajo de Nivel X, me erigí sin duda alguna en la parte más cuca del Estado y además no tardé en ganar prestigio, poseía una enorme capacidad de disuasión y siempre lograba que el "cliente" se marchara rápido pero satisfecho al mismo tiempo. En una ocasión estuve a punto de no lograrlo y de echar a perder mi buena fama, pero finalmente y tras una acalorada discusión con aquella mujer disfrazada de avispa, le certifiqué como ella me solicitaba que, muy posiblemente, era nieta de Alfonso XIII y que su psiquiatra en realidad, también muy posiblemente, era un republicano de mierda. En el mismo escrito yo, como representante del Estado, le advertía a María Patiño de que, muy posiblemente, no debería vertir ninguna opinión al respecto en Antena 3 TV bajo amenaza de que, probablemente, tuviera que atenerse a las consecuencias. Si algo me había enseñado haber estudiado Derecho es que la ambigüedad es el arma más poderosa para decirlo todo sin afirmar nada, y yo en ese momento era capaz de cualquier cosa con tal de mantener mi estatus de funcionaria ganadora.
Todo iba viento en popa hasta que un buen día mi jefe me invitó a acompañarle a la planta semisótano, conocida como la de "Oportunidades", que siempre había permanecido cerrada (por aquel entonces y ante la avalancha de bajas médicas de afectados por depresión tras la nueva derrota de la selección española de fútbol en cuartos de final de un importante torneo internacional, el ministerio había habilitado unas instalaciones temporales sobre las ruinas de Galerías Preciados).
To be continued...

No hay comentarios: